lunes, 5 de julio de 2010

VIGO CUP: Clausura. Papel picado, *botijas bajo el sol. Urumundo puso el color.

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*botijas en Uruguay niños.

Juan del Independiente: "sin vosotros no hay espectáculo".
María del Areosa: "la Virgen, menuda fiesta montasteis".

3 comentarios:

  1. Era cuestión de disfrutar una entrega de trofeos a los chiquillos.
    Habían sufrido los rigores de un junio que no parecía -ni se apellidaba- gallego, los horarios de un desayuno atragantado y de una digestión de mediodía mal hecha. Con todo, ahí habían comparecido: con su uniforme inmaculado, con la ilusión puesta en el saque inicial y la mirada hincada en el compañero al que pasar el balón.
    Un día, otro, y al siguiente. Con desigual fortuna.
    La suerte quizá se busca, pero ella es la que encuentra.
    Cuando éramos críos -¿lo fuimos?-, salíamos de casa con la ilusión puesta, con independencia de que la camisa fuera heredada; de que el pantalón formase arrugas allá donde no debiera; y de lo que había dentro, ni hablamos. Pero los zapatos, limpios.
    Los zapatos tienen mucha importancia para los tímidos: éstos imaginan que los demás bajarán los ojos al aproximarse; así que la imagen empieza desde abajo. La frase aquélla de que alguien no le llega a la suela del zapato de otro es de un tímido, no lo dudo.
    Cuando uno se hace mayor, la mirada del tímido refleja el color de sus zapatos. El color de los ojos de nuestros chicos y chicas era limpio. Por ese camino, la mirada es el espejo del alma.
    Estamos en que los Celestes arremetieron contra camisetas desconocidas, mas no necesariamente enemigas. Era como el menú del internado: necesario e indiscutible, pero digestivo. Unos días se durmió la siesta, y otros se digirió sin ademanes musulmanes.
    Una semana intensa, vívida y aprovechada.

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  2. Así que llega el Domingo, con la mayúscula de la medalla prometida que se corresponde con el esfuerzo realizado; la gran fiesta prometida, como Alguien aseguró una tierra ignara para los desheredados.
    Los protagonistas eran los niños y las niñas (Agustina, no me olvido, ¿eh?), que habrían de recibir, una semana después de terminar el cole, una nueva nota: el sobresaliente en convivencia, en respeto, en deportividad, en unidad. No digo que no haya que seguir limando, pero permitidme que augure que no será necesario hipotecarse para comprar limas.
    Honestamente, esperaba más expectación, en general. Había leído que este año habría nada menos que treinta mil participantes. Hice un cálculo sencillo: supuse que a progenitor y medio por participante (en los tiempos que corren, con familias diseccionadas, efectué una aproximación pesimista, pues me olvidé de nuestros abuelos), en el vetusto Balaídos se generarían codazos por un asiento.
    Sólo la puerta nº 2 se abrió. No daba para más. Ni preciso, ni necesario. Una puerta.
    Pero, ¡ay, amigos! por allí se colaron decenas de ojos que miraban hacia sus zapatos celestes. He de aclarar que las botas eran multicolor; del blanco al rojo, del negro al amarillo, del gris al marengo. Pero celeste era la mirada, porque en esas botas se reflejaba la luz de la camiseta del compañero. Perdón, rectifico: del amigo.
    Habrá progenitores que nunca comprendamos el vínculo tan estrecho que se conforma entre nuestros hijos. Se quieren y se odian con la ligereza con la que se cambia el cromo repetido, pero después resulta que no pueden estar el uno sin el otro. Y nosotros, con la firmeza que ofrece la experiencia mal interpretada, creemos que ese cariño o ese odio es para siempre.
    Vínculo.
    ¿Por qué?
    Por la identidad.
    Si buscáis en la red, encontraréis los adeptos de Citroën; los comparsas del Golf; los acérrimos de Mercedes; los incondicionales de Audi y los exclusivos de Lexus.
    Los nuestros, sin tanta tecnología, son viento que sopla en una sola dirección. Los tambores anuncian su arribada. Retumban con la fortaleza de una verdad en la cara del indeciso. Se abren paso en el silencio que ni las traidoras gaviotas se atreven a rasgar. Banderas negricelestes en la grada, serpentinas que revolotean, papeles que por un instante ensombrecen el aplastador astro, globos inflados con el ardor de los que ultiman el aliento en cuestiones honestas. Un himno: SOY CELESTE, CELESTE SOY YO...
    Y suena, y resuena. El campo es nuestro. David Guetta compuso The World Is Mine (el mundo es mío). Luis, Pancho, Boca, Chicharra, Emilio (Steve Martin, también me acuerdo en la distancia) interpretaron Balaídos es mío.
    Nuestros pequeños lo oyeron, lo sintieron, lo compartieron, al recibir su medalla.
    A los que no fuísteis, a los que vuestra mirada os dejó clavados en zapatos marrones, a los que os perdísteis en lágrimas de sal, os tiendo mi mirada límpida: ¡sigamos siendo!

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  3. Sombrader ,me quito el sombrero y agradesco de corazon este y todos los comentarios realizados por ti y comboco a todos a seguir tu mismo camino a imbolucrarse un poquito mas y con comentarios favorables y de los otros los de tirones de oreja que tambien son necesarios para poder crecer ,claro siempre que sean contructivos sino mas vale cayar. Ya se fue otra temporada Y QUIERO AGRADECER A TODOS LOS DEPORTISTAS DEL CLUB POR CUMPLIR CON ESTE Y DEFENDER LA CAMISETA CON HONESTIDAD , A LOS INCANSABLES PADRES QUE NOS BANCARON Y SE QUE NOS SUGIRAN BANCANDO ,PARA TODOS MUCHAS GRACIAS Y FELICES VACACIONES...

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