miércoles, 7 de julio de 2010

Esta página permanecerá de vacaciones.


Volveremos el día 22 de Julio con la previa del Torneo de Voley, donde participará el Club Deportivo Uruguay.

1 comentario:

  1. La temporada ha tocado a su fin. Sinsabores y alegrías comparten el escenario de los recuerdos. Pero nuestros chicos y nuestras chicas han crecido. Se nos han hecho un año más grandes. Y nosotros también: alguna cana no debiera emerger por donde aparece, pero la muy… está ahí.

    Hago balance muy particular, sin ánimo de sentar cátedra, ni con intención de adherencias. Bien al contrario, la crítica ayudará a reflexionar.

    Expongo que se han aprendido lecciones, aunque alguno haya hecho novillos en el entretanto.

    Considero que se han creado vínculos de amistad, de solidaridad, de compañerismo. Ese viejo valor que resulta tan intangible en la infancia y en la juventud, pero tan útil en la madurez.

    Hace poco menos de un año, cuando uno de los nuestros estaba en el banquillo, dedicaba el tiempo a dar de comer a las palomas; hoy anima a sus compañeros para que persigan el objetivo común: intentarlo.

    No se trata de ganar; se trata de formar.

    Los padres tendemos a interpretar que una buena nota en matemáticas puede equivaler a que nuestro retoño se nos convierta en ingeniero; que una puntuación excelente en inglés lo revierte en trabajar como traductor en la ONU; que un gol en un partido de fútbol entraña ser portada del Marca.

    Nuestros chicos y chicas –salvo dudosas excepciones- no nos retirarán de nuestras miserias siendo sus representantes futbolísticos. Los iconos que otros han creado sólo sirven para vender camisetas a 70 euros la unidad.

    La distancia que separa la frustración del éxito es tenue, sobre todo para los peques, porque éstos no advierten la sutil diferencia que los adultos pretendemos establecer. Por ejemplo, cuántos días, tras perder en un encuentro, han seguido peloteando, chutando, corriendo, driblando, marcando… Su gloria es su desgaste y la promesa de una bolsa de patatillas cuando finalice la jornada de pabellón o de estadio.

    Y se nos caerán rendidos. Claro, como caíamos nosotros en los tiempos en que el As imprimía las páginas en papel cuché los martes.

    Para ellos, el siguiente partido no equivaldrá a un duelo a primera sangre; ni significará una noche agitada en sábanas dobladas. Para ellos, en realidad, será el día en que disfrutarán con sus amigos del gusto de verse, intercambiar cromos repetidos o, sencillamente, de darle patadas a un balón. Porque de esto se trata: un pedazo de cuero que hace daño en el estómago cuando te golpea, y un gustazo de patadón cuando lo propinas.

    Fue, así, un año en que gente conoció a gente, para convertirse unos y otros en mejores personitas. No ha terminado la tarea, ni mucho menos. Se ha creado un espacio vital, donde caben proyectos, esperanzas, ensoñaciones, entelequias.

    Reconozco que caben las especulaciones: ¿y si mi niño triunfase en ese otro equipo…? ¿y si aquí estoy perdiendo el tiempo? Otros más avanzados: ¿y si aquí estoy perdiendo dinero (por lo que vale el mío, que es tan bueno y tan decisivo?

    Pero sabed todos que yo me quedo aquí, y conmigo los míos, en el Club Deportivo Uruguay.

    Aquí donde los besos no cuestan dinero; aquí donde el abrazo es palabra de honor; aquí donde la mirada es franca, nítida y transparente.

    Yo me quedo aquí, donde los míos son de todos, porque todos somos uno, y donde las voces roncas entonan himnos que suenan dulces.

    Yo quiero que los míos sigan sintiendo el compromiso de apoyar -porque eso les hará grandes mañana-, la sensación de equipo, más allá de los resultados -porque eso fomentará compartir-, la alegría de vestir la celeste cada sábado (a este paso, cada lunes, cada martes... un poquito de por favor), porque así serán más dignos.

    A todos los que estuvísteis, os envío un recuerdo; a los que os siga viendo, un cariñoso volteo de sombrero.

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