Ellas, que hasta entonces apenas habían intercambiado entre sí algún que otro consejo de cosmética, se calzaron las botas para inaugurar una nueva modalidad del Club.
Y allí las teníais, con nervios de debutantes y carcajadas de quien se junta para pasarlo bien.
Porque la idea era que, enfrente, otras mamás (pero de la parroquia de Beade) se encontrarían en la misma situación.
Ay! Que fue que no. Que los locales alienaron a tres jovencitas que podrían ser las hijas de nuestras mamis. Nos pusieron a jugar al truco con las cartas marcadas y señas falsas, que ya es el colmo de los trapaceros.
Pues nada. Al tajo. Como están acostumbradas –y no necesariamente en este orden- a trabajar, hacer la colada, preparar la comida, buscar a los niños del cole, hacer la compra, llamar al fontanero (que es la tercera vez esta semana y no hay forma de que cumpla su palabra), planchar, ordenar la ropa de la tropa, remendar el pantalón del salvaje (qué hace en el recreo para traérmelo así), ay que no llego, adecentar el salón por si viene visita, llevar al peque al médico, hablar con la tutora, llevar al niño al partido, meter la equipación sucia en la lavadora, preparar la cena, abrir las camas, niño-cena-pues-esto-es-lo-que-hay-y-si-no-te-gusta-te-vas-a-la-cama-que-ya-lo-desayunarás, y ahora me viene éste (o sea, nosotros) con que quiere fiesta, justo ahora que viene la Esteban a mostrar las fotos del crucero; como están habituadas a todas estas cosas y otras que los hombres y los hijos no sabemos reconocer y agradecer, pues se recogieron las cabelleras, se acomodaron las medias, se ataron las botas (curiosamente, a ninguna se les desató en todo el encuentro), se pegaron cuatro gritos de ánimo… y a por ellas. O sea, a por las otras.
Qué partidazo! La expectación en la grada era máxima, y las nuestras dieron el espectáculo que habían prometido, dejándose –literalmente- un par de narices en el envite.
El resultado fue de honrosa derrota por tres goles a uno. Teníais que haber visto a las jovencitas de Beade cómo se enorgullecían de haber vencido a nuestras mamis. Ni que hubiesen logrado el teléfono de la Hannah Montana ésa. Y eso que fallamos un penalty, quizá por aquello de que una mamá no quiere ensañarse con las niñas.
Silvia fue la que tuvo el honor de inaugurar el marcador de este equipo, que promete. Y va en serio: si una mujer te pide que te tires del tejado, pídele que sea bajo. Y han afirmado que esto sólo es el comienzo de una bonita gira municipal.
¡Que se preparen próximos tahúres!
Nuestras mamis fueron: Conchi, Natacha, Nati, Vane, Maite, Silvia y Chelo. En la banda, María; en la enfermería, Cristiana.
Ahí están nuestras mamis!
ResponderEliminarEllas, que hasta entonces apenas habían intercambiado entre sí algún que otro consejo de cosmética, se calzaron las botas para inaugurar una nueva modalidad del Club.
Y allí las teníais, con nervios de debutantes y carcajadas de quien se junta para pasarlo bien.
Porque la idea era que, enfrente, otras mamás (pero de la parroquia de Beade) se encontrarían en la misma situación.
Ay! Que fue que no. Que los locales alienaron a tres jovencitas que podrían ser las hijas de nuestras mamis. Nos pusieron a jugar al truco con las cartas marcadas y señas falsas, que ya es el colmo de los trapaceros.
Pues nada. Al tajo. Como están acostumbradas –y no necesariamente en este orden- a trabajar, hacer la colada, preparar la comida, buscar a los niños del cole, hacer la compra, llamar al fontanero (que es la tercera vez esta semana y no hay forma de que cumpla su palabra), planchar, ordenar la ropa de la tropa, remendar el pantalón del salvaje (qué hace en el recreo para traérmelo así), ay que no llego, adecentar el salón por si viene visita, llevar al peque al médico, hablar con la tutora, llevar al niño al partido, meter la equipación sucia en la lavadora, preparar la cena, abrir las camas, niño-cena-pues-esto-es-lo-que-hay-y-si-no-te-gusta-te-vas-a-la-cama-que-ya-lo-desayunarás, y ahora me viene éste (o sea, nosotros) con que quiere fiesta, justo ahora que viene la Esteban a mostrar las fotos del crucero; como están habituadas a todas estas cosas y otras que los hombres y los hijos no sabemos reconocer y agradecer, pues se recogieron las cabelleras, se acomodaron las medias, se ataron las botas (curiosamente, a ninguna se les desató en todo el encuentro), se pegaron cuatro gritos de ánimo… y a por ellas. O sea, a por las otras.
Qué partidazo! La expectación en la grada era máxima, y las nuestras dieron el espectáculo que habían prometido, dejándose –literalmente- un par de narices en el envite.
El resultado fue de honrosa derrota por tres goles a uno. Teníais que haber visto a las jovencitas de Beade cómo se enorgullecían de haber vencido a nuestras mamis. Ni que hubiesen logrado el teléfono de la Hannah Montana ésa. Y eso que fallamos un penalty, quizá por aquello de que una mamá no quiere ensañarse con las niñas.
Silvia fue la que tuvo el honor de inaugurar el marcador de este equipo, que promete. Y va en serio: si una mujer te pide que te tires del tejado, pídele que sea bajo. Y han afirmado que esto sólo es el comienzo de una bonita gira municipal.
¡Que se preparen próximos tahúres!
Nuestras mamis fueron: Conchi, Natacha, Nati, Vane, Maite, Silvia y Chelo. En la banda, María; en la enfermería, Cristiana.